ista de El
Era un club privado, supuestamente territorio neutral para las Familia
zo estaba extendido a lo largo del respaldo del asiento detrás de
territorial. *Est
istal caro. Los Capos reían, mientras los soldados permanecían como estat
a! -gritó alguien p
e colocada sobre la mesa cen
Familias había escrito cartas a sus futuros yo. Era una tradición estúpida,
udor frío en mi nuca. Me
-rio Marco, uno de los soldados d
ozo de pap
re ser una est
a habitación. Sofía aún no est
acó otro. Lo desdobló,
uego a Dante. La sonrisa de bor
e, tomando un sorbo
garganta, moviénd
es de
te, mis uñas clavándose en for
su voz más baja, sin
apel por completo.
vó de los disturbios en Iztapalapa. Él no sabe mi nombre, pero yo sé el suyo. Lo amo. Amo a Dante Moretti.
uto. Era más pesado que el bajo, más f
ingenua con un diario. Ahora, esas palabras flo
escifrable, pero sus ojos estaban muy abiertos, atónitos. Era la primera vez que
boca pa
ena
o no sonó.
n cristal. Dante se estr
nuevo, buscando en mi rostro, busca
olvió a sonar
la tensión palpable-
stó. Lo pus
a través de la silenciosa habitación-. ¡Tienen armas! ¡
Fue reemplazado instantáneamente por la
n rápido que
úne al equ
mi voz apena
evisando el cargador de su pistola.
dró por encima del h
lando tras él. La habitación quedó repentinament
. La lluvia había cesa
a cacha de la pistola a un cadenero que fue demasiado lento para apartars
vi
ngrante verdad de mi amor por él. Y en el momento en que
familia. Salió corriendo porque no
La rompí por la mitad. L
zos en un cenicero
Dante

GOOGLE PLAY