ista de El
cristal en el cielo, con vistas a una ciudad que p
la encimera de mármol
ejando la situación. N
eliminé su número. No lo bloqueé -eso llamaría la atención-, simple
s que costaban más que un sedán de tamaño mediano. Pasé de largo hasta la pequeña caja fuert
ra Elena. El resto
ón. Cancelé los pedidos recurrentes de su Barolo favorito. Desvinculé mi correo electrónico de las notificaciones
e Instagram en mi teléfono persona
a
ba en la parte superior.
quina del encuadre, una mano descansando en la barandilla. Conocía esa mano. Conocía la
decía la leyen
endo champaña en un barco mientras su espos
cumpl
El personal se había ido por la noche; los había despedido temprano. Abrí el refrigerador. No había nada prepar
e a hervir el agua. El vapor me golpeó la cara, caliente
incipal emit
a. No se supon
desabrochado, las mangas arremangadas para revelar los antebrazos a los que solía aferrarme. Pero a
la estufa. Sostenía una pequeña caja bl
o? -preguntó, fr
mi voz plana mientr
ó la caja en la i
esto. De
in ninguna inscripción. Parecía algo que un asistente co
. Las palabras se sinti
una punzada de obligación lo suficientemente fuerte como para detenerse en
ias -
ta hirviendo, burbu
cena? ¿Para
bien,
a mano por el cabello, exhalando
foto
u mano cayó
ué
La histori
iera se
e la ciudad por unas horas hasta que la am
colo inclu
raron, las motas dor
ndo un desastre para que La Familia no parezca débil. Vine a casa para p
si mi existencia fuera una car
endí la mano y apagué la estuf
ortó la tensión. Miró la pantalla y suspiró
ijo-. Es el Consigliere. Es sobr
-d
ena
nte. Es
er que lo había amado desde que tenía dieciséis años, la mujer que había es
olo as
compe
a vuelta
laseado blanco ceroso. Metí la mano en el cajón y saqué un solo cerillo. Lo ence
n el centro del pa
cía, viendo la llama arder hacia e
có en el aire, gris y evan

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