sta de Cata
pec
ias asperezas para hacerle sitio. Me había apartado de la empresa, dejándole tomar el título de direct
que habíamos colocado junto al lago, sus hombros temblando de sollozos. Me había confesado entonces, entre lág
ta por un dolor que yo creía real: "Si alguna vez te traiciono, Catalina, si
ema de los hijos fue una puerta cerrada, una habitación en nuestra casa compartida a la que nun
hablaba de
jó. Jacobo, pensando que había entrado
, su voz suavizándose,
dejé t
n la cinturilla de mis pantalones. Mi
zón. Eso habría sid
eña y afilada hoja por su ceja izquierda. Ju
a su cara. Sangre, oscura y espesa, brotó al instante,
te tranquila. "El precio de la traic
riosa y roja. Arruinaba la narrativa heroica. Era una marca de ver
alejó de la pared y se abalanzó sobre mí, empujándome con una
i fría mirada hacia ella. "
el vestíbulo. Ella retrocedió, sus ojos abier
ieres mi vida? ¿Crees que tienes lo que se necesita para mantenerla? Eres débil. Una p
estaré esperando. Te encontraré y te despojaré de todo
ante. "No me voy a ir a ninguna parte", sollozó, su voz temblorosa pero ob
na vez hice, me provocaron una sacudida. Un r
tal gimiendo. Y Jacobo, en el asiento del conductor a mi lado, desabrochándose el cinturón de segu
, fue lo último que oí antes de que el mundo se volviera
as ido demas
lí, presionando un pañuelo en su ceja sangrante
en un monstruo",
iciste",
daño. "Estaba agradecido. Tu padre me acogió. Me dio una oportunidad. Le
aran en el aire, un último
, Catalina", advirtió, su voz baja
lo. Se arrodilló, recogiendo a Karina en sus brazos, murmurándole palabras suave
entemente alto para que yo lo oyera.
pecho. "Le tengo tanto miedo
e ahora. Y yo
ativa p

GOOGLE PLAY