da y retraída, todavía recuperándome del divorcio de sus padres. Era un papel fácil de fingir. La casa e
e la incomodidad de una nueva situación de madrastra; era un res
mi padre cocinaba, porque Karla no cocinaba. Mis esfuerzos se encontraron con un muro de silencio helado. Me mi
camino de menor resistencia. Se ponía públicamente del lado de Karla,
stá pensando -espetaba si tan solo pa
no estaba, me deslizaba un
mirarme a los ojos-. P
salvavidas para mi madre. El autodesprecio era un pequeño precio a pagar. Doblaba cuidadosamente el efectivo y lo escondía en una tabla s
ueva vida, sentí un destello de esperanza. La escuela era un escape. Era un territorio neu
las mejores universidades, estudiar derecho y volverme
coche salió del garaje, yo salí por la puerta. Tomé una serie de autobuses, la ruta gr
sta de ella me robó el aliento. En solo unas pocas semanas, el cambio ya era visible. Estaba más delg
-la
se arrugó. Dejó caer las bolsas del supermercado y una
brotaron en sus ojos, pero no corrió a abrazarme. Simplemente
azón doliendo. Extendí la mano y tomé la
ento -
mi piel. Todavía era suave, aún no devastada por los químicos agresivo
pación. Su propio dolor era secundario al mío. Así e
sico. Asentí, incapaz de hablar
una esperanza desesperada-. Quizás pueda encontrar un departamentito, lo suf
que pareciera. Era una falsa esperanza que
uave pero firmeme
ojos atenuarse, y
ejor que puedes conseguir ahora es el salario mínimo. Tu departamento es de alquiler mensual en
Ella solo me miró, confundida y desconsolada, pensando que hablaba d
ron en la derrota. Sa
ra mi
i bolsillo y saqu
-dije, presioná
a mí, con el
esto? No puedo
Son ciento cincuenta mi
-preguntó, sus ojos muy
a muy generosa. Esto
evolverme
i. Para tu ropa, tu
irme-. Tú sí. Mamá, escúchame. Est
e, su confusión
y urgente-. Necesitas trabajar para ti misma. Piensa. ¿En
a cabeza,
no soy bue
ncanta tu cocina. Tu lasaña, tus pays de manzana, las gal
moria, de orgullo
empezar poco a poco, desde tu cocina. Este dinero es tu capital inicial. Para comprar ingredientes, para obtene
o que la había visto fracasar en logr
eran lágrimas de tristeza. Eran lágrimas de conmoció
ndo el sobre contra su pech
mbro, inhalando su aroma familiar, un aroma a hogar que el penthouse estéril nunca po
ahogada por mi cabello-
egué. Después de una pequeña discusión, llegamos a un acuerdo. Se quedó con cien
ó un poco más ligero. Mientras la veía alejarse, su espald
esta nueva vida, sentí que estaba haciendo m