en el altar por otra mujer, una mentirosa man
ó el divorcio, sino que él mismo me inyectó una dro
matrimonio por poder con un multimillonario en
ítu
ista de Es
stra boda no fue en el altar. Fue en la televisión
co a mi lado. Lo último que recordaba era el blanco inmaculado de mi vestido de Benito Santos desparramad
lular de Javier
n letras crudas y furiosas. Él era el director general de nuestra empresa de tecnología, un hombre acos
-había dicho, co
los huesos. Ya habíamos pasado por esto. Esta misma emergencia, esta mis
ial de hacía años; un fracaso del que yo lo había sacado, pieza por dolorosa pieza. Era una maestra de la manipulación, un parásito en nuest
la -dijo él, evitando mi mirada-. E
on una manicura impecable, se clavaron en la fina tela de s
una víctima frágil a la que estaba obliga
bofetada. El carisma que mostraba al mundo se había
s asomaron
da-. Solo diez minutos. Digamos nuestros votos. Déja
ida, un último y desesperado intento de aferrarme a
aciencia. Con fastidio. Me quitó l
cón de mi Jimmy Choo se enganchó en el borde de la alfombra afelpada. El mundo se inclinó en una espiral vertiginosa de seda blanc
la os
al era mi ventana al mundo. Un presentador de noticias informaba sin
HÉROE», se leía en el cintillo, «TRAS CONVENCER A U
os de Kimberly Rivas. Ella estaba acurrucada contra su pecho, con el rostro hundido en su cuello, sus sollo
su sa
er que había dejado
ón cerebral. Javier, de rodillas en medio del Bosque de Chap
por la emoción-, nunca dejaré que nada ni nadie te
un ácido amarg
más ambición que sentido común, enfrentándose a los bravuco
había declarado, y d
nterrey para quedarse en la Ciudad de México conmig
-me había susurrado-, no
o a mi cama de hospital durante una semana entera, leyéndome, sostenien
d. Él se había lanzado sobre mí, protegiéndome con su propio cuerpo mientras el metal y las chispas llovían a nuestro alrededor. Salió de allí con un corte en la espalda que requirió tr
abracé durante sus terrores nocturnos, manejé nuestras finanzas y mantuve a flote nuestra nueva empresa sin ayu
, convirtiéndonos a ambos en multimillonarios, me
as contenidas-. Te juro que, a partir de hoy, nada volverá a estar por en
do nuestra canción. Los votos que él mismo había escrito, que me había leído cien v
berly hacia el suyo. Le secó las lágrimas con el pulgar, s
uperar problemas personales, sufre de una forma severa de ansiedad por abandono, desencadenada por situaciones de alto estrés. Se dice que su am
corazón estuviera siendo estrujado en un tornillo de ba
habitación se
a. Parecía agotado, pero el alivio en su rostro era palpable.
la voz ronca-. Siento
rencia tardía, una casil
de una terrible y equivocada culpa-. Los doctores... le han dado un mes. Como mucho.
¿Una enfermedad term
, su voz bajando a casi un
ingún impacto físico. Las palabras quedaron
oncedas un divorci
ombre por el que había sacrificado todo. El pitido del monitor cardíac
ente no puede dormir si no estoy hablando por teléfono con él», ronroneaba, con los ojos brillantes de malicia. Me había dicho a mí misma que estab
luta en mi rostro-, nos casaremos de nuevo. Te lo juro. Nada cambiará. Mi corazón sigue si
oras, pero eran ecos huecos y sin sentid
e se había convertido en un vacío, un aguj
ecir, mi voz un monó
es. No esperaba esto... esta capitulación total. No entendía que
có un documento doblado. Un acuerdo de
alivio haciéndolo parecer pequeño
ejando los papeles en la mesita de noc
vibró. Era mi padre. Dejé que sonara, pero inmediatamente c
ejaste que ese hombre humillara públicamente a nuestra familia? ¡Te dije que tu único traba
ico. Una herramienta para fusionar el dinero viejo de la
ro de mí por Javier se materializó de repente para este
voz inquietantemente fir
tonta, ¿tienes idea de lo que
nter
echando raíces en el páramo desolado de mi cor
rabia. Y en ese silencio, hice un nuevo voto. No a un hombre q
-