propio dinero. Mi papel era simple: apoyarlo, pasar desapercibida, no hacer ruido mientr
u carrera, vi la cruda verdad que me había negado a aceptar.
e acariciaba el pelo como si fuera lo más natural del mundo. Cuando
vestido que él consideró "dem
puerta con ese v
bustible para su ambición y su aventura. Fui una
frío y poderoso inversionista Héctor Herrera. Impulsada por una imprudente ola de rebeldía, no me aparté. Al
ítu
ista de El
ío, pero como la mayoría de las cosas en nuestra
ionistas de Carlos, diciéndome a mí misma que no importaba. Íbamos de camino al Retiro Tecnológico Cumbres de Santiago, una conferencia de tres
tras el silencio en el coche
lizó en el asiento junto a mí. El aire cambió al instante, llenándose con el l
r Her
entro de gravedad silencioso de cualquier habitación en la que entraba. Él era la razón por
da, mi máscara de siemp
bía que venías
leves ojeras y su cabello oscuro, normalmente impecable, estaba lig
de último minuto.
contra el cuero, una clara señal de
Se giró en el asiento del copiloto, su rostro un retrato perfecto de preocupación-. Debes estar ago
mi regazo, mientras se desabro
ntada ahora mismo. -Sus ojos, grandes e inocentes, se encontraron con los míos en el esp
i apoyo era una moneda de cambio,
de fastidio, ¿o era culpa?, cruzó
nena. Eres
ntos exageradamente débiles y delicados. Pasó junto a Héctor, su cadera rozando su
de Carlos, quien había girado su cuerpo para hacerle espacio. Él comenz
n su muslo, sus dedos trazando patro
uió acariciándole el pelo, con los ojos en la carr
e. Una pequeña sonrisa triunfante se dibujó en sus labios antes de ac
da a mis pies, conteniendo los snacks sin gluten y bajos en azúcar que le había preparado a Carlos porque estaba en su fase "saludable". La tarjeta de cr
a voz ahogada-. Tengo mucha se
rta, ¿la alcanzas? -preguntó é
tán muy cansados -se
l estómago. Se inclinó, buscando en el bolsillo de la puerta antes de sacar su botel
dos, luego él bebió un largo trago de la mism
ientas mi propia botella de agua, mis manos de repente torpes. La tapa
extendió, so
T
a mía, tomando la botella. Sus dedos eran largos y elegantes, con uñas cortas y limpias. E
esfuerzo, abrió la bo
té, mi voz ape
de nuevo a su fortaleza de silencio, con
a fría, el frío fue un shoc
jugar el papel que debería haber sido mío. Tres días del favoritismo descarado de Carlos,
metido que este via
n los ojos brillantes por la promesa de un futuro financiado por capital
cionar a la tercera pers
e montaña, y un dolor hueco se extendió por mi pecho. Todo era una broma. Mi apoyo, mi dinero, mi amor.
ios, tomando otro sorbo de agua. Era una tonta. Una ton
lanzado de lado, mi hombro golpeando con fuerza contra el de Héctor. El contacto me reco
justo por encima del cuello de su blusa mientras se movía en el regazo de Carlos. All
trañas. Era una confirmación brutal y física
parté d
desafío, dejé que mi peso se asentara contra él. No iba a
nsó. Lentamente, abrió los ojos, su oscura
mis costillas, y deliberadamente me incliné más cerca,
Podía sentir el calor que irradiaba de su cuerpo, un calor constante y p
que hizo que el aire crepitara. Se sentía peligroso. Se sentía como una deci