a Garz
Mi orgullo, mi dignidad, eran ceniz
llocé, la palabr
con su tacón. Gemí mientras otra ola de agonía me invadía. "Quiero q
e de mi barbilla. Mi cuerpo era un universo de dolor, pero m
au", el sonido fue patético, u
exigió Brenda,
s palabras sabiendo a veneno y vidri
i, Valeria. Justo aquí, en este mismo vestíbulo. Te rogué que no le dijeras a Damián que había intentado seducirlo. Me mir
a rechazado porque Damián, cegado por su enamoramiento, no me
intensificándose, convirtiéndose en un calambre constante y a
e estrelló contra mi espalda, sacándome el aire de los pulmones y
as por ese bastardo. Realmente harás cua
o de dos frentes. Podía sentir una humedad c
irando a Brenda. "Prometis
í que lo dejaría en paz. Nunca d
ue un golpe final y devastador. Nunca habían
su voz espesa por la rabia. "Intentaste usar a e
ierna hac
a a punto de suceder. Mi cuerpo se tensó,
re. No un pisotón, sino una
n una supernova de
go...
ético dentro d
llegado a atesorar, las suaves pataditas que me decí
Un silencio frío y muerto que era
tragó el dolor, el miedo, todo. En su lugar, algo nuevo y
detuvieron. Mis
omo personas, sino como monstruos. Y supe, con una
na promesa baja y gutural. "Arturo los hará sufrir de maneras
avía no has aprendido
n, sus ojos fijos en mí. "Vamos a enseñarle lo qu
ermiza y ansiosa. Se alejó apresuradamente, sus tacon
alejar mi cuerpo roto de ellos,
e por los pies, fuera del vestíbulo, a través de la impecable sala de estar. Mi cabeza golpeaba co
mientras me arrastraba al patio. El olor a
gruñido, pateó mi cuerpo at
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