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e atoraba en la garganta. Yo estaba paralizada por el pánico, pero sentí que
n el reloj de mi muñeca, un regalo de mi prometido, Alejandro. Cuan
-escupió con veneno. E
muriera sobre el pasto, llamándolo "bastardo". Luego, ella y
de operaciones. Con un b
, ¿crees que él todavía
uyó mi capacidad de tener hijos, asegurándose de que nunca pudiera dar
rmano, mi cara, mi futu
que vio una pequeña cicatriz junto a mi ojo. El hombre que amaba se desvaneció, reemplazado por algo frío e imp
ítu
ista de So
risa chimuela, y creía que perseguirla era la aventura más grande del mundo. Le dije que tuviera cuidado, como siempre hacía, las palabras eran un zumbido constante y amo
o gr
s de que mi mente pudiera reaccionar, el pesado reloj grabado a la medida que me regaló Alejandro golpeando mi muñeca. Se
pezaba a hincharse, volviéndose de un rojo alarmante y manchado. La
vesó el corazón. Anafilaxia. El doctor nos lo había advertido después de que tuvo
ntalla mientras marcaba el 911. La voz de la operadora era un murmullo tranquil
dicos saltaron. Un hombre al que apenas registré y una mujer. Era alta, de facciones afiladas y cabello rubio recogido tan apretado q
cortante y profesional mient
mi cabello enredado de la cara-. Es severamente al
eando el pequeño cuerpo de L
. Solo mant
cientes y seguros. Por un solo y fugaz segundo, me per
a ya no estaba en Leo. Estab
nuestro primer aniversario. Sus iniciales estaban grabadas en la par
oj a mi cara. La máscara profesional que llevaba se agri
io ese reloj
te me le quedé viendo. Leo estaba boqueando a su lado, su piel
confundida-. Por favor, mi
las palabras lentas, del
ándose con pánico-. ¡Por favor, tie
antó la cabeza de golpe y me miró, realmente me miró, por primera vez. El reconoc
, y el nombre sonó como u
aletín médico de una patada. El sonido fu
ñó, su voz era una
é, mi mente
za. Tropecé hacia atrás, cayendo sobre una raíz y aterriza
silueta aterradora c
mi hombre. Sie
va de la universidad que Alejandro había mencionado una vez, la que no podía dejar
dome de rodillas, mi voz qu
n sonido ásper
eres
s costillas, dejándome sin aire.
o -escupió. Sus ojos se posaron en Leo, que ahora estaba terriblemente quieto-. ¿Y
o el mundo lo decía. El mismo cabello oscuro, la mis
ogadas contra el pasto-. Por favor, Jime
iar una sola gota de medicina en su engendro b
e hizo una seña
co. Hora de la muerte
por la garganta. Lo estaba abandona
r. Tenía que llamar a Alejandro. Él tenía que detener esto.
la maldición una o
se detuvo. Se dio la vuelta lentamente,
me d
e agarró un puñado de cabello y tiró de mi cabeza hacia atrás,
centímetros de la mía-. Con quien se va a casa
cara. Un simple y elegante anillo
Una promesa. Me d
beza, la medalla de mi madre, metida bajo mi blusa, se so
isa desapareció, reemplazada por una
voz bajando a un susurr

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