ijo la cálida voz del director al otro lado del teléfono. "Pero ¿entiendes la
taba: un lugar donde desaparecer, la única luz e
me aseguró. "Solo tienes que decirn
de esperanza que atravesó mi entu
e a casa, nuestra casa. La
rodia. Había un par de tazas de café iguales en la encimera, sobre la repisa de la chimenea había una foto enm
ió el marco fotográfico, cuyo cristal se hizo añicos. Arranqué de sus marcos todas las fotos en las que aparecíamos juntos, las rompí en pedazos y las tiré. Su ropa en mi armario, los pequeños y
ina, mis trabajos de investigación, mi ropa... Contraté a una empresa de mudanza
iguiente, con aspecto cansado pero sonriente. Soltó
r el aroma débil y dulce de la fragancia de otra mujer en su camisa. La
ejé. Su sonrisa se borró y fue sustituida por pr
respondí con
ín una serie de cajas envueltas en papel
aroma al instante; era el mismo que esa mujer había usado en el hospital. El mismo que me había regalado por mi cumpleaños en la universidad, olvidando mi grave alergia a uno de su
rle que me dijera cómo había podido hacerme esto.
ablando con voz firme. "Quiero ten
sada paciencia. "Ya hemos hablado de esto. La empresa acaba de lanzar una nue
amente la voz de Hayden al otro lado y a L
a tener un hijo conmigo. Su amor, su futuro y
recía una traición. "Es por el trabajo", dijo
subir a su auto y alej
é. Se me heló la sangre. Su perfil era un altar dedicado a la vida secreta de mi esposo. Había una foto tras otra de Jaden con Leo en el parque, en un restaurante al que solíamos ir, en
e manifestó como un golpe físico. Me incliné hacia adelante, llevándome
mo médico, reconocí los síntomas. Una posibilidad, que podía ser t
ente, fui a mi propio hospital y le pedí a una
con los ojos arrugados en la
llena de una alegría que yo no sentí