a privada, un lugar tan exclusivo que parecía más un hotel de lujo. Estaba castigando a los "atacantes" que había contratado, montando un gran espectáculo
enrojecidos por lo que el mundo veía como noches de insomnio y preocupació
enterrando su rostro en mis ma
nal. Casi tenía que
anunció u
illantes-. Para recaudar fondos para las vícti
sía era im
condujo al gran salón de baile del hotel más caro de la ciudad, con mi brazo entrelazado en el suyo. Éramos la imagen d
Compró todo lo que yo siquiera miraba. Un collar de diamantes. Un coche deportivo de época. Una isla pri
naba y s
ras, mi Elsa? ¿Lo que s
que un dolor
uejándose de que debían estar adoloridos. Se quitó el saco de su traje de miles de dólares y lo co
o. Un impresionante collar de zafiro
único que no había podido salvar después de la muerte de mis padres. Se
. Superó a todos, pagando una cantidad de dinero verda
. Mientras me la presentaba, su mano tembló y la caj
anco se convirt
ón repentinamente silenciosa. La máscara se había deslizado. El encantad
veinte años, palideció y cayó d
su seguridad-. Y asegúrense de que n
venir, pero una mirada al r
esión suavizándose instantáneament
i amor. Te consegui
oí un sonido desde la dirección de los baños. La
Ka
or de damas. Estaba allí, inclinada sobre un lavabo, echánd
rmuró a su reflejo-.
stido. La forma del collar. No solo se había caí
r teléfono, su voz un lloriqueo arrastrado-. Le
ella. Y la había hecho esconderlo en su cuerpo, debajo de su vestido. Estaba pa
su bolso. Lo había recuperado del suelo. Lo reco
s mío -arrull
s vestigios de mi dolor. Había tomado el recuerdo de mi madre, lo
y robóticos. Volví a la mesa. Franco esperaba,
amor? -preguntó
e las miradas indiscretas. En el pa
en mi cabello-. Me encargar
ro, el rostro hermoso y mentir
mi voz peligros
, mi
ac
mples y finales. El amor se había ido. El dolor
mesa de