a los ojos. Catalina, mientras tanto, lo ignoraba por completo, centrando toda su aten
de leche tibia antes de do
rte a dormi
ro, un poco amargo. Mi corazón
na maceta cuando no estaba mirando
Sus labios estaban fríos. Pensó que estaba inconscie
ente la puerta del dormitorio.
te se arroj
Cata. Verte con él, fing
urró ella, per
cieron algo tan cruel, tan deliberado, que me robó el aliento. Co
una vista clara. Los vi en la cama, sus cuerpos entrelazados a la luz
ano buena estaba resbaladiza de sangre por donde mis uñas se habían clavado. Pero no sen
e mi dolor. No era
no de los dos. Hice que María me trajera las comidas. Necesitaba
mi estudio. No era María. Era Damiá
encia, la imagen de
quí, jugando con tus
erca, su voz un
s un juguete roto. Una vez que se
plastar su cara engreída. Quería usar mi
su juego, no el mío. Mi venganza
-pregunté, mi voz pel
quien está casada. A mí es a quien ama. Y me
cara cuando escuché el clic-clac de tacones
mirada de terror absoluto. Arrojó la bandeja de comida al suelo, salpicando sopa y
pánico fingido-. ¡Señor Garza, lo siento!
io el desastre, vio a Damián encogido en
, brillaron con genuina
jó! -gimi
dije, mi voz
anipulador, cambió i
iento mucho, señora Del Valle. Por f
mí. Su expresión era indescifrable. Caminó
íos. Luego se volvió hacia Damián, su voz se volvió de hiel
arecía a
-orde
salto y se escabulló
ó hacia mí, su ro
con eso, mi amor. Salgamos. Te i
ándome a mi habitac
para siempre, te l
sillo de la chaqueta que había dejado para mí. El anillo. Debió haberlo desliza
desde la otra habitación a la q
blando co
ahora, para que confíe en mí. Pero todo es parte del plan. Pro
e quejó la patéti
Somos marido y mujer, ¿
e no podía romperse má