nca y estéril. El agudo olor a antiséptic
aro luciendo fuera de lugar contra el fondo clínico. Parecía c
a? -preguntó, su voz p
si se rió. Todavía pensaban que se trataba de una elección entre ello
el desuso-. Hace mucho tiempo. ¿Recuerdas?
ma. -Aléjate de Antonio -advirtió, su voz un gruñido bajo-. No es b
a, su voz tranquila-. No es
en voz baja, más para
etud cruzó su rostro
la, su teléfono vibró. Miró la
se dio la vuelta y salió de la habitación par
s después. -Señorita Ríos, es h
ento enviaba una nueva ola de fuego por su espalda. Apretó los die
esquina, escuchó v
do -le decía a alguien, su voz urgente-. No me impor
por qué te tomas tantas molestias? ¿Es por Sofía?
oz de Antonio, baja y mezc
ara tranquilizarla. Intenté aceptar el castigo por Valeria, p
carada, tan egoísta, q
al con ella -sugirió el amigo-.
. Nunca he tenido sentimientos por ella
finalidad de esas palabras. Sus dedos se curvaron en su palma, s
de su voz, de la verdad que ya conocía p
rio se abrió de golpe, y se
ndido de verla. -¡Vale
ió, su rostro una
rema de aspecto caro. -Te tra
oso. -No, gracias -dijo, su voz educada y distante-. Las c
enojada? Valeria, lo siento por
de emoción-. Ya le dije a Damián que
a, dame un poco de tiempo. Después de la boda, después de q
cida a una tonta. Sabía que solo intentaba aplacarla, mantener a
n discutir. No
as todavía funcionaban en ella. Seguiría el juego u