de Isadora, a sus padres, a cualquiera que quisiera escuchar. Les habló de su vida
le c
, el tiempo que vivió en su pequeño departamento, todo había desaparecido, enterrado bajo una montaña de dinero e influencia. Para el mundo, ella simplemente se h
cansada. Sostuvo una de las cartas-. Ni
estello de incertidumbre en ellos. Pero desapareció
tando de copiar su letra. Es patético. -Dio un paso más cerca, su voz bajando a un susurr
dado a Jordán la apertura que necesitaba, y ahora le daba
el cesto lleno de ellas. No podía dejar que las viera. Incluso con su memoria perdida, la
las cartas que sostenía en el cesto de basura. Le arrebató el Zippo de l
n grito y se arrojó hacia atrás, chocando contra una pequeña mesa
ndo cartas en llamas y brasas incane abrió de
a alarma. Vio el pequeño incendio, la lámpara volcada y
empujó a Elías a un lado, su
e de él!
Jordán, sus manos r
tás herido?
ción magistral de víctima. Señal
nte, su voz llena de fingida repulsión-. Intentó forzármelas. Cuando me negué.
olpe, sus ojos ardían con un odio ta
onstruo
-dijo Elías, con la vo
temblando de rabia-. ¡Lo vi con mis propios ojos! ¡
istió Elías-. ¡Estaba tratando de de
tó un gemi
creo que está roto.
o violento y despreciable. -Miró a Elías como si fuera algo que hubiera raspado de su z
La mujer que amaba, la mujer a la que había protegido y cuidado, lo
significaban nada para ella. La historia
ló por la habitación. Agitó las cenizas en la chimenea, envian
los pies
iar caligrafía enlazada en el papel carbonizado. Su propia letra. Un destello
eso? Se sentí
sde el suelo, agarrándos
a fugaz fue olvidada. La apartó, su at
dole la espalda a Elías por compl
abitación sin una sol
El olor a humo, las cenizas esparcidas de s
que se había aferrado se había ido, conve
rato de la extraña y poderosa mujer que había a
do que los últimos restos de
ellas. Estaban llenas de regalos para él, dijeron. Trajes a medida, zapatos italianos hech
, el señor Valdés, supervisó la entrega. Detrás de él, dos consultores de seguridad de
bién le envía sus más profundas disculpas por la brecha de seguridad de anoche. No volverá a suceder. De hecho, nos ha instruido que le proporcionemos esto. -Le o
abrumado. Era un hombre que poseía dos pares de jeans y una colección
nuó el señor Valdés-. Una oferta de adquisición hostil requiere t
ntumecido, poniéndose
su salvación. Pero sentía que estaba cambiand
avía tenía algo de control sobre su propia vida. Tenía que darle un regalo a camb
su voz-. Necesito salir. Necesito com
entáneamente sorprendido, p
Herrera. La camioneta
idió al conductor que se detuviera frente a una famosa y ridículamente cara joyería. Salió, su ropa
eans e inmediatamente lo descartaron. Saludaban a otros clientes con sonri
a las vitrinas de cristal, buscando algo que se sintiera adecuado para
tienda hasta que lo rodearon. Los reconoció al instante. Eran los amigos de Jordá
o, un niño rico con una boca cruel-. Miren lo que arrast
o Elías, dándose la
uearon
nte-. Oímos que le pusiste las manos encima a Jordán.