sacrificio tenía un precio. Diez años de mi vida como cónyuge político de una De la Torre significaban que tenía derecho a una parte signifi
ión obligatorio. Una ventana de treinta
"Treinta días para que entres en razón, Álex. Te
añadió: "Estarás rogando por volver en una
nueva ola de dolor me invadió, la crueldad casual de mi prop
", dije, mi voz
an dramático". Se acercó, su perfume caro llenando el aire. Era el m
voz bajando a un tono bajo y
teléfono vibró. Su expresión se sua
amos aquí... Por supuesto, cariño.
tío Gio nos llevará a ese nuevo restaurant
s ya? No quiero estar más aquí con él". Me señaló
Connie y salió de la oficina del abogado, de
a resonando en mis oídos. Luego, metódicamente, empaqué
es de diseñador, era un testimonio de la riqueza de su familia y de mi identidad borrada. Durante una década, había atendido sus
m
Apagado, cansado, con ojos tristes y un corte de pelo que gritaba "papá de suburbio". Este no era Álex G
ntré una vieja caja de tinte de hace años y convertí mi cabe
cónyuge político. Los metí todos en bolsas de basura. Conduje hasta la boutique más cara de San Pedro y c
vi un destello del hombre que solía s
ra celebrar, decidí ir a ese mismo restaurante con estrella Mich
a mejor mesa junto a la ventana, estaba mi antigua familia. Ángela se reía, con la cabeza inclinada hacia Gio
do. "Esa es la regidora De la Torre. Qué boni
ban que Giovanni era su esposo. El hombre que me habí
co en mi pecho. Casi me levanto p
aciló por un segundo, sus ojos se abrieron de sorpresa. Se rec
cabello, mi nueva ropa. Sus ojos, por primera vez en mucho t
ente frunció el ceño. "¿Qué está h
, una pequeña y fría sonrisa en
staba co