s estaba muerto. Me mostró el video de la cámara del coche donde se veía a Leo m
recreando los últimos momentos de nuestro hijo. Exigió la contraseña de mi celular para borrar la
mpir en el cuarto de mi padre en el asilo,
a selfies con el ataúd y ponía música pop. La ayudó a mostrarle a la gente un vid
amante. Al día siguiente, supe la verdad. Mi padre, después de ser chant
provocado otro. Creyó que había ganado, que había destr
uestro hijo. Grabó todo: no solo su muerte, sino cada palabra
ítu
con suavidad, un liger
seguridad, su mente ya pasando de la exitosa f
con la cara manchada de helado de chocolate, mostrando una sonrisa inocente
estaba sonriendo. Su rostro era una máscara pálida y tensa. Un frí
é pasa? ¿Dón
la guio hacia la camioneta. El silencio en la
stás asustando.
miró, con lo
acciden
Leo está bien? ¿E
amín, su voz plana, si
ire. ¿Se fue? Leo no podía haberse ido. Le acababa de comprar un nu
No es gracioso,
r. Era la cámara de su camioneta. El sol entraba deslumbrante por el parabrisas. La cámara apuntaba al asiento t
enia -dijo la
becaria de la empresa, se asomó. Era joven, bonita, con u
Kenia-. Solo voy a la tiend
blero subía. 40. 43. 46 grados. Leo empezó a llorar, sus súplicas por su mami eran suaves al principio, luego se volvieron frenét
pura agonía. Se abalanzó sobre el celular,
lágrimas finalmente corriendo por su rostr
con voz firme. Incluso se acercó y le apretó la
dre de Leo. Por supuesto que querría justicia. Asintió, aferrándose a su
ntumecida de dolor. Entonces se dio cuenta de que no se dirigían al Ministerio Públic
¿a dón
ía desierto. Con un suave pitido, las puertas del coche se b
la calefacción. A
jillas, asfixiándola al instante. Era el mismo ca
estás hacie
lar, Alina. Y
miró, co
? ¿Po
servidor en la nube -dijo él, con voz tranquila, rac
se le vin
a! ¡Es lo único que prueba lo que
a chava de veinte años que cometió un error. Un error terrible,
quebrada-. ¿Y el futuro de Leo? ¡Tenía
a frente y sus pulmones ardían con cada respiración. Se sentía m
él, su voz baja y amenazante-. No hagas
a, el desafío surgiend
un
e torció en
rte, ¿verdad? Sie
dora. Alina sintió una oleada de náuseas. El calor hacía que los bordes de su visión se
o de su
deó, su corazón martillea
n una sonrisa cruel jugando en sus labios-. Un a
miento y sacó su propio c
aquí. En
puntando a la puerta de la habitación de su padre. Dos hombres grandes y de aspect
dose a pesar del calor sofocante-.
e la cámara cambió a un ángulo dentro de la habitación. Su padre, Gerardo,
usurro venenoso contra el sonido del grito de pánico de su padre d
hombre monstruoso que era su esposo y luego a la imagen de su
a, su voz apenas un susurro