a lo largo de diez años. Éramos novios desde la universidad, la pareja de oro, y nuestro mayor n
tar en un hospital. Cuando regresé a la oficina, mi tarjeta de acceso fue recha
nunció en voz alta que el "personal no esencial" debía mantenerse alejado, mirándome directamente. Ricardo, el hombre que me había prometido el
visto en el cuello de su camisa. Las piezas encajaron: las noches hasta tarde, las "cenas de nego
que me iba, pero no sin mi parte completa de la empresa, valuada al precio posterior a la financiación de Apex. Tambié
única persona que nunca pensé que llama
ítu
con Dami
o lado de la línea, luego una
Con quién te
a Mor
la que tenía la vista panorámica de Monterrey, probablemente frunciendo el ceño a su teléfono. Éramos rivales. Su empresa,
nido de mi nombre era una pregunta en sí
que sentía por dentro-. Te llamo con una propuesta
aire al otro lado fue mi
eso estaba amarrado con Ricar
n cambiado -a
os de director general activándose-. Sofía, ¿qu
eza me so
de dólares. Yo construí la arquitectura, yo tengo la relación con Apex.
-dijo, su tono cambiando de la sospecha a algo más suave-. Te he visto en confere
una p
e sopas instantáneas, programando en su cochera. Pusiste tu herencia
cí. Sabía
lemas hoy -continuó, su voz ca
ofrío me
enterast
e del país es echada de su propia empresa en la víspera de una ronda de fi
mirando las luces de la ciudad que una vez parecieron
tidos en Ricardo Rojas y nuestra startup, InnovaTek. Éramos novios
cafeína y la ambición. Él era el líder carismático, el visionario. Yo era la que trab
dieciocho horas. Compartíamos pizzas baratas en el suelo de nuestra pequeña
n real, tan sólid
nsé que era solo agotamiento. Pero no lo era. Era
embar
brazos y me hizo girar, su rostro iluminado
¡Nuestro bebé! Est
fin podíamos pagar después de la ronda de capi
agámoslo oficial. Por
a luz en sus ojos parpadeó. Me bajó suavemente, sus mano
o piénsalo. El trato con Apex es la próxima semana. Es la culminación de
rtamento, sus ojos brilla
, estaremos en la cima del mundo. Podremos tener la boda de t
su frente co
mo empujón. Después de que firmemos esos papeles,
or una década de amor e hi
-había susurrado-.