mple confirmación. Les encantó la demostración final. El dinero e
y alivio tan intensa que tuve que agarrarme al borde de mi escritorio. Lo logramos. Desp
inó. Puntos negros danzaron en mi visión. Recu
en la nariz. Una enfermera estaba revisando mis signos vitales. Me dijo que
iernes. Le di las gracias, me vestí y tomé un taxi dire
ma había diseñado brillaba en la pared. Me dirigí al ala ejecutiv
pitido rojo en la puerta de n
nsé. Un fall
de nue
empresa. Mis credenciales no fueron reconocidas. Mi cuenta de correo, mis herramientas de ge
llamado Leo al que había apadrin
dejarme entrar? Mi
erta, con el rostro pá
... no cre
squina de una foto enmarcada. Mi foto. Era una foto mía y de Ricardo de nuestra graduación de la universidad, con los brazos sobre los
zón se
orio. Era Brenda Soto, la becaria de marketing que Ricardo había contratado hacía unos meses. Era
s apoyados en mi escritorio, hablando por
enosa se extendió por su rostro. Levant
a abierta, su voz goteando autoridad artificial-, todo el personal no esencial debe permanecer alejado
direct
empleados que apa
e no podía procesar las palabras. Esto tenía qu
abrí de golpe la puerta de la oficina de Ricardo.
lando-. ¿Por qué está Brenda en mi escritorio? ¿Por qué m
nte, su rostro una másca
resa. Necesitamos ser más profesionales, más eficie
repliqué, la ira finalmente hirviendo-. ¡Yo constru
ando de calmarme po
dijo que necesito tomarlo con calma. M
con la mano, su impacie
za todos los los días y sigue haciendo su trabajo. N
que me había abrazado y prometido el mundo hacía solo unos
ción mucho peor que cualquier náusea matutina. Fue la
un golpe