r completo en consolar a un falsamente preocupado Marcos Durán, una vez más, Ricardo era el problema secundario, el da
o, se sentó en el catre duro, reviviendo cada vez que Clara lo había dejado plantado por una "emergencia" con Marcos, cada vez que había minimizado sus logros para no opacar los de ella, cada vez que lo había hecho sentir
za, la mirada de su mentor no era de juicio, sino
le dijo Morales con voz grave, "Yo me encarg
, empezó a recoger sus pertenencias de forma metódica, cada objeto era un recordatorio de un amor fallido: sus libros de ciencia que ella n
na, la señora Carmen, una mujer mayor que lo hab
con voz suave
ntió, sin p
ese otro hombre después de que la policía te llevó, como si fuera un gran chiste, no
irmaron la dolorosa verdad, no había sido una paranoia suya, ha
Clara le había suplicado que no se fuera, le dijo que no podría vivir sin él, que su amor era lo más importante, y él, ingenuo y enamorado, le creyó, sacrificó su sueñ
: viernes, ese sería el día, el día en que presentaría la demanda de divorcio y se reportar
la puerta principal se abrió, Clara entró, tara
una sonrisa despreocupada, "¿Qué haces c
ncertante, como si la noche anteri
una frialdad que nunca antes le había mostra
ón de desconcierto, "¿Ricardo? ¿Qué te pasa? ¿Sigues enojado p
el umbral, sin
o, su voz era hueca, vacía de
entando tocar su brazo, "Hice tu comida favori
e su alcance, el gesto fu
una Clara confundida y por primera vez, un poco asustada, en medio