a llamada fría de un oficial de policía que me dejó sin aire y con un vacío en e
rostro, usualmente tan compuesto y sonriente, estaba marcado por el dolor, é
emblaba sin poder llorar, su calor
ía, no estás sola, yo
ó en que no lo llamara "señor Vargas",
amable, una sonrisa que en ese entonces m
a relación, una barrera invisible que yo, en mi inocencia, no comprendía del todo. Él
no entendía, me fascinaba verlo, la forma en que su ceño se fruncía cuando trabajaba, la ma
ndía. Mi corazón de adolescente, hambriento de afecto, empezó a latir por él. Era un amor
una cena pequeña, solo nosotros dos, me regaló un hermoso vestido y un collar delica
o... creo que est
svaneció, reemplazada por una máscara de hielo. Sus ojos, que antes me miraban
o soy tu tí
lo un rechazo brutal que me dejó humillada, expuesta. Sentí que el suelo se abría b
a tonta, una sobrina con ideas ridículas. Empaqué mis cosas esa misma semana, usé parte del dinero qu
na gran oportunidad -le
los arreglos, su actitud era distante, casi profesional.
ión. Me sumergí en el entrenamiento, en el sudor y el dolor físico para acallar el dolor del cor
sonó el timbre. Al abrir, me quedé helada. Era él, Rica
-pregunté, mi voz
tabas, no has respo
ar el lazo por completo. Él entró sin que lo invitara, i
Sofía, esto no es pa
una rabia que no sabía que tenía. Él quería controlarme de nuevo, a
me quedaba, y las palabras que él había usado
lo eres mi t
cruzó sus ojos. Por primera vez, sentí que tenía el co