aminábamos por una de las calles arboladas de la Condesa. Su to
ndí, apretando ligeramente su mano. "Huele a
ranquilo",
ería venir a la Ciudad de México, a e
u dinero, de sus fiestas. Eduardo, en cambio, preguntaba. Me preguntó por mi familia, por mis platillos favoritos, por los li
blamos de todo y de nada. Me contó que su familia estaba involucrada en el mundo del arte y la cultura, algo que Ricardo nunca se mole
z de los faroles se encendió, me di cuenta
mirando su reloj. "Debo lleva
duda, de conflicto. Recordó de repen
ria. "Tengo que decirte algo. La razón por
char la mentira piadosa que seguramente había preparado. No
, poniéndome de pie. "Vamos
Oxxo. Una vez dentro, camin
ra, asegurándome de que Eduardo me escuchara perfectamente. Luego me giré hacia é