para el orfanato donde crecí. Yo era una joven de veinte años, con buenas calificaciones y un futuro prometedor, pero sin un centavo
vacaciones, me trató como a la hija que nunca tuvo. Me sentí abrumada por su generos
a pasar tiempo juntos, organizaba cenas, nos enviaba a hacer recados. Poco a poco, empecé a ver un lado de Ricardo que pocos conocía
in dudarlo. Creía que mi amor y mi dedicación podrían camb
mis salidas para estar siempre disponible para él. Si él tenía una cena, yo pasaba horas eligiendo el menú perfecto. Si tenía un viaje, yo le preparaba la malet
ices. Ricardo llegaba a casa temprano, me contaba sobre su día en e
dad se desva
"problemas con el ganado" . Yo le creía. Le preparaba la cena y la guardaba en el horno, espe
ad de Guadalajara, una mujer con un vestido demasiad
icardo habla mucho de ti. Dice que eres una santa. Debes serlo, para pre
odía oír el zumbido en mis oídos. La miré, sin poder articular pala
rojé sus palabras en la cara. Él me escuchó con una calma exasp
usta y sin aliento,
tá loca. Y tú deberías dejar de creerte tan importante. Todo este numerit
e rompió dentro d
Me encerré en mi propio mundo dentro de esa casa gigantesca. Me volví un
con modelos en yates, videos saliendo de hoteles con actrices de moda, artículos sobre sus peleas en bares por alguna conquista.
on él, pero Ricardo era un maestro en el
us deslices. Pero al final, siempre vuelven a casa. Tú eres su esposa, la señora de la casa. No dejes que esas mujerzuel
ntía atrapada entre la gratitud que le debía y el deseo desesperado de escapar.
ijo. Doña Carmen quería un nieto. Ricardo necesitaba un heredero para asegurar su posición en la empres
o natural era imposible. La única opción era la fecundación in vitro. Usé mis ahorros, el dinero que
sitivo, sentí una extraña
ía, abrazándome con una fuerza que casi me deja sin aire. Ricardo pareció sorprendido, incluso
ijo, levantando su
veía el principio del fin. Este bebé no era un lazo para a