ón solo podía escuchar el eco de una década, di
soltó la bomba: "¡Isabel y yo vamos a t
mbarazada, así que necesito que empieces a preparar nuestra boda. Recoge
uedará mejor a Isabel, dámelo" , y su madre añadió que necesitaban mi sangre par
espués de todo, seguían sacando de mí lo poco qu
pe, mi "muerte" y mi renacimiento. Mi historia no es de víctima