pel que Isabella me había metido, el que la nombraba a ella como la decimotercera esposa.
tarlo. Mi rostro debía estar p
voz deliberadamente baja y sumisa. "La
on sus ojos penetrantes. Sabía que si me miraba directamente
o de sospecha. "¿Por qué tiemblas enton
onder, la voz melosa de I
or qué tardas tanto? El
as de seda de Alejandro. Se colgó de su brazo, mirando la escena con una so
te compasivo. "Deberías ir a cambiarte, te vas a
e centró por completo en Isabella, su rostro se sua
voz era un murmullo cariñoso. "Me encargaré de to
la, la mujer que lo había manipulado, mientras que a m
y la frialdad regresó
ón, eres una torpe. Pero sé lo que realmente p
ontorsionado por una ira que parec
orpeza, te quedarás de rodillas en el patio. Toda la noche. Para q
del brazo y me arrastró por el pasillo, i
," decía Isabella, aunque su sonrisa
na llovizna fina comenzaba a caer. El frío de las pie
rdenó Alejandro antes de darse la vuelta y regr
o. Las lágrimas que había contenido finalmente comen
dad. Lloraba por la est
ndro, que entonces era solo un adolescente, corrió a mi lado. Me levantó en sus brazo
aja, limpiando mis lágrimas con su pulgar.
vez existió realmente, o fue so
se encendieron. Vi sus siluetas a tra
o peor. Una a una, las luces de la hacienda se fueron apagando. Los sirvientes pasa
ola, una extraña en la c
de amor o esperanza que pudiera haber quedado por Alejandro murió. Se conv
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