stancia. La humillación era una capa fría y pegajosa sobre mi piel. No solo me habí
de luces rojas que apenas se movía. Para cuando llegué al exclusivo restaurante en Polanco, ya h
s, empezó
apada. Mi vestido de diseñador, mi cabello cuidadosamente peinado, todo arruinado
loqueado, lo recordé con una punzada de amarga satisfacción. Pero nec
stá lloviendo a cántar
ue casi instan
. Detrás de ellos, mi padre y Leticia reían. Estaban brinda
está muy calentito. Apúrat
que temí que se rompiera. Eran cruel
y elegante se detuvo justo frente a mí. La ventanilla trasera bajó lentament
o Va
ilada, sus ojos oscuros e indescifrables. Me miró
preguntó, su voz e
Me sentía patética, como una rata ahogada
omo una pregunta,
brí la puerta y me deslicé dentro. El interior olía a cuero y a un sutil y
é, tratando de arreg
ilencio por un momento que pareció una eternidad. Yo estaba dolorosamente consciente de
ijo finalmente, sin mirarme. S
. Y
rdo", me interrumpió.
sarse con mi hermana", solté, l
ente. Sus ojos me escudriñaron, intensos, como si
líqu
detuvo frente al restaurante. El v
, su tono volviendo a ser imperso
de él. Todas las miradas se volvieron hacia nosotros. Mi familia, en su mesa pri
y se convirtió en una mueca de shock. La cara de Ricardo se contrajo de ira y confusió
mesa, con Diego
"¿Qué son estas fachas? ¿Y por qué vienes con el s
nando con una frialdad que sorprendió incluso a mí misma. "Afortunada
e su asiento, su ro
lo hiciste a propósito para llamar la atenc
rimas de cocodrilo corr
r nuestra cena familiar... y
ra de esperar, c
una disculpa a tu hermana.
ro también había una chispa de pánico en sus ojos. Se
suficientemente alto para que yo lo oyera
raviada, defendiéndose mutuamente después de lo que me habían hecho..
dolor. Solo un vacío frío y
hombre que estaba a mi