so bajo el sol de la tarde que se filt
veré a casarme. Dedicaré mi vida a mi carrera y a tu memoria"
co
i vida, mi esposo Miguel, murió e
s", comenzaba a ser un nombre reconocido en el país. Ganábamos licitaciones
pero su firma, "Construccione
egó a mi oficina una noche, con el
as un murmullo. "Las deudas me están ahoga
a desesperación
dije. "Somos un equipo, ¿recuer
se llenaron de una esperanza q
quiere invertir. Mi reput
ante de mi vida profesional
sorberá a Construcciones Reyes. Tu deuda será mi deuda, per
profesional, que la deuda de Miguel era un ancla que nos arrastraría a todos. No los escuché. Desp
ra más fuerte que nunca. Pero algo se había roto. La balanza de poder
fiesta de aniversario d
jos de las luces y la música. Con Sofía.
timos. La forma en que la mano de Sofía descansaba en su brazo, posesiva, familiar. La
mo si alguien lo estuvi
hacia ellos con una copa de champán en la
sación muy interesante", dije, mi
ó, apartándose de S
le estaba agradeciendo
ro, Xime. Sabes que Miguel es como un h
. Decidí creerles, o al menos, fingir que lo hacía. No podía e
el "Puente Centenario". Un proyecto que habíamos ganado gracias a mi diseño, pero que es
estudio en casa. Parecía aún má
ente. Los inspectores encontraron irregularidades estructurales. Culpan a mis antiguos ingenieros. Si
gre se
es que haga
cara de la firma ahora. Ve a la obra mañana. Habla con los inspectores, muéstra
d, por un desastre que él había creado. Y yo, cegada por e
dije. "Lo
del ruido de la maquinaria. Mi padre, un ingeniero civil retirado, insistió en ac
tas de acero con el inspector jefe, cuando escuché un crujido. Un s
truendo que
s, metal retorciéndose y la oscuridad que me tragaba. Lo último que vi fue la mano
hospital. El dolor era una niebla bla
o, llorando. Sus lágri
ás viva", sollozaba. "Lo siento
devastador. Me aferré a él, a su supuesta
é, mi voz rota. "¿D
los ojos. Su silencio f
vida de mi padre. Había hecho el último sacrificio por Mi
mí todavía creía que su dolor era genuino. Creía que, de alguna maner
stúpi