perté, estaba de vuelta en mi habitación de servicio, te
lía. Cada respiraci
vientes hablar fu
o por la señorita Diane. Tiene u
ella. La Señora Castillo dio órdenes estr
o una pueblerina. Si se muere, mejo
ciertas. Yo era insignificante.
ró de mi lado. Me sostuvo la cabeza, me dio de beber caldos calientes que él mismo preparó, me habló en susur
e rogó, sus lágrimas cayendo sobre
e que me cuidó con tanto amor y el hombre que me dej
ck apareció en mi habitación. No parecía preocupado po
a forzada. "Qué bueno que es
ón vacío de cual
ara la boda, pero queremos algo especial. ¿Podrías bordar nuestras inici
staba enferma, y ahora... ¿ahora quería que bordara los manteles para su boda? La c
iente entró corriendo, con el
a señorita Diane!
aba en la cama, su rostro hinchado y r
l médico de la familia, que ya estaba a
frasco de perfume artesanal. Un perfume que yo misma había hecho con
izarla," continuó el médico. "Pero su tipo de sangre es extre
ego, sus ojos se posaron en mí. Un
en el pueblo, un niño necesitó una transfusión y yo fui la ún
su expresión d
enes que
" su
mo el hielo. Agarró mi brazo. "Ella es mi futur
ja. Luché, pero Patrick era demasiado fuerte. Me su
le ordenó
re, mi vida, fluir a través de un tubo hacia e
ién. La última pizca de amor, la última brasa de esperanza que
l conoc
icultad y empaqué mis pocas pertenencias: un par de vestidos gast
o. Me iba p