a una cena de negocios urgente, él apareció en su penthouse, donde yo me estaba qued
sala, envuelta en una manta, tratando de encontrar algo
s desde la entrada. Su voz era tranquila,
nta cayendo al suelo. "Vete de a
a es la casa de tu tía, no la tuya. Y tú eres mi
temblando a pesar de mis esfuerzos por sonar
n dos zancadas, cruzó la habitación y me
haciendo un berrinche ridículo por dos días. Se acabó. Vendrás conmigo ahora mism
de soltarme. "¡Suéltam
desafiándome," dijo, y su mano l
abor metálico de la sangre llenó mi boca. El dolor era agudo, pero la humillación e
fía. No me haga
do ajustado de seda blanca que acentuaba su figura, y su rostro estaba maquillado a
ó hacia él, ignorándome por completo. "Estaba
mano al vientre y gimió suavemente. "Oh... el
n una preocupación exagerada por Blanca. "Tranquila, mi amor. Respira hon
ruel que nunca. "¿Ves lo que provocas? Con tus
me en una mesa de centro. La sa
dije, mi voz llena de un odio que no s
a Carlos con otro hombre, y el hijo que esperaba no era suyo. Carlos, obsesi
segundo, vi una duda en sus ojos, pero fue
uñó. "Cierra t
e la sala, hacia el pasillo de servicio. Blanca observaba de
e!" Grité, arañando su
e vinos de mi tía, un cuarto pequeño, oscuro y sin ventanas. Me arrojó dentro como si
puerta. La luz del pasillo proyectaba su silueta amenazadora. "Qui
vas!" Grité, el páni
cía perfectamente. En nuestra vida anterior, lo usó en mi contra varia
ca. "Oh, sí me atrevo, Sofía. Y cuando de
sordo, seguido por el sonido de
frío y olía a polvo y a vino añejo. Me arras
ácame de aquí
o resp
ontrolar los temblores que sacudían todo mi cuerpo. El pánico era una bestia viv
co de mi propio corazón. Empecé a llorar, sollozos ahogados que no traían ningún alivio, solo más miedo. La
endo. De nuevo.