eño cuarto que compartía con otras dos
a que veía la pasantía como un pasatie
on el dios griego, Sofi?
a más callada pero igual de
que el señor Solís ni se
día en sus hombros. La indiferencia de Ricardo, la burla de sus compañeras, la presión
ontinuó s
enes. Algunas tenemos que trabajar duro para que nos n
spondió Sofía, su voz sonando m
das sabemos para qué te puso ahí la vieja. Quiere una nietecit
ir era inútil. Ellas no entendían su desesperación, la necesidad que
ajo de las sábanas, las lágrimas que había contenido todo el día comenz
dejarse vencer. No les daría la satisfacción de verla fracasar. Si tenía que jugar este juego sucio p
s documentos y le preparó un café recién hecho. Recordó un detalle que escuchó por casualidad: a
, tomó un taxi y fue a comprar una concha
u oficina, reunido con dos socios impo
Solís, su café y
bolsita de papel s
vio un destello de algo que no era indifere
miraron con curiosidad.
cardo, su voz era un témpano de hielo. "
ubió por el cuello hasta las mejillas. Se sentía como
a bolsa de pan. Salió de la oficina casi corrien
o le dirigió la palabra, comunicándose solo
eléfono de su escritorio sonó.
preguntó la voz aterci
aprendiendo la ruti
un si
a. Te pago por resultados," dijo Elena, su to
ntrado en su traba
re, querida. El cóctel de la empresa es en dos semanas. Espero ver un cambio
el teléfono, el corazón martilleándole en e
r profesional, atenta, incluso personal. Y todo había f
o funcionarían. Las sonrisas, los cafés, los deta
ía conseguirlo por las buenas, solo quedaba un camino. Un
la repugnaba, pero que parecía la única salida para asegura