la puerta, su rostro lleno de preocupación. Me envolvió en una toalla y me preparó un té caliente. Mientr
zcla de culpa y determina
o tiene perdón. Pero tienes que seguir con tu vida. Eres
lencio, sorb
Mi otro nieto, Eduardo. El primo de Ricardo. Él te adora, Sofía. Siempre lo ha hecho
era un objeto que se hereda? Pero entonces la miré a los ojos, y vi su desesperación. Y miré mi propia v
? ¿Y si la mejor manera de vengarme de Ricardo era ser feliz sin él? ¿Y si la única fo
i propia voz me sorpr
arpadeó, inc
bien. Me casa
ba como si me hubiera vuelto loca. Doña Elena tenía lágr
irlo. Recordé mi devoción, mi juramento de amor eterno. Qué ironía. Estuve dispuesta a morir por un hombre que fingió su muerte para estar con
Salí a caminar de nuevo, esta vez bajo un cielo despejado pero frío. La lluvia había limpiado el aire
uí a estas horas? Vas
asarme sin siquiera haber hablado con él. Lo conocía de reuniones familiare
a aire -murmuré, s
asa. No es seguro e
utalmente con el frío recuerdo de Ricardo. Me miró con genuina preocupación,
stro alarmado de Eduardo antes de que todo se volviera negro. Me desmayé en