taba en una habitación de recuperación, sola. Un dolor sordo palpitaba en
entró, su rost
con tono clínico. "Tuvimos un pequeño susto. Parece que tuvo una reacción alérgi
", pregunté, la palabra sa
terminó el procedimiento. Dijo que t
ó. La sensación de abandono se sumó a la humillación y el dolor.
ra en la esquina de la habitación. "Mire, aqu
tas, apenas visibles. "Hemos logrado fertilizar ocho óvulos
tortura, la prueba de mi subyugación. No sentí ninguna conexión, ningu
e una mentira. No eran mis hijos. Eran el trofe
olor punzante en mi cuerpo. Caminé hacia la incubadora, tomé l
, esparciendo su contenid
ito de horror. "¡Señora
temblando de ira. "Díganle a Ricardo que no habrá hereder
uiabierta en medio del desastre. Me quité la bata de hospital, me p
alejarme de ese lugar era un paso hacia mi libertad. El dolor en mi abdomen era un
risión. En su lugar, conduje hasta un pequeño apartamento que había mantenido en secreto, un refugio que compré con el primer sueld
y proyectos a medio terminar. Era el santuario de la verdadera Sofía, la muj
o tiempo, respiré hondo. El plan de mi abuela ya no era solo una opci
Mateo. Dudé en contestar, pero una parte de
como loco buscándote", dijo, su v
mporta?", respon
calar a La Malinche para despejar la cabeza y se desató un
ndo una hazaña física para reafirmar su ego. Y yo, a pesar de todo, sentí una punz
ue haga yo?", pre
sas rutas como la palma de tu mano. Siempr
en mi infancia en México y que los Valdivia consideraban "poco femenino"
era el final que necesitaba. Una última acción p