dos, y yo había pasado toda la tarde p
le encantaba, arreglé mi cabello y me maquillé co
tarde como de costumbre, in
rsario", le dije, tra
ontacto con una frialdad que
mirarme, aflojándose la corbata m
insistí, sintiendo cómo l
hambre.
Era una escena que se había repetido incontables veces en los últimos tres años, una rutina de rechazo que había
Me acerqué con cuidado, rodeando sus
r, hablemos", supl
y se quitó mis manos d
estar solo?", espetó, su
pregunté, con la voz rota. "Llevamos meses,
a amarga, una risa qu
tienes tantas necesidades, ¿por qué no buscas a algu
usión y el dolor luchaban en mi interior. No entendía cómo el
a hecho mal. Minutos después, escuché la puerta del estudio abrirse de nuevo. Impulsada por una extraña mezcla de desespe
me dejó si
l. Ricardo lo sostenía por la cintura, y su rostro, que para mí siempre era una máscara de frialdad, estaba lleno de una t
. El aire se volvió pesado, irrespirable. Er
bre la mesita de noche. Lo había olvidado en su apuro por ir al estudio. Con manos temblor
adillas. Cientos de mensajes entre él y Mateo, llenos de
otra de sus cenitas románticas. Qué p
l control de la fortuna de los Valdivia y nos l
Es una simple herramienta. Una vez que sus padres me den e
n. Mis padres adoptivos, los Valdivia, me habían sacado de un orfanato en México cuando era niña, prometiéndome una familia. Ricardo, a quien conocí en la universidad, se había mostrado como un príncipe azul, el hombre perfecto que
lozo. Me habían engañado todos. La familia que creía mía, el hombre
ateado y ojos llenos de fuerza, mi abuela. La matriarca de una poderosa familia tequilera
n número que no había usado en años, un número
respondió al primer
mi niña?
el dique que contení
rol. "Abuela, me engañar
hora de que vuelvas a casa. Tu verdadero hogar te espera, y tu imperio ta