mano en mi brazo. Era Don Ricardo. Me apartó un poco de los de
queta. "Toma esto. Es una tarjeta con acceso a una cuenta. Hay suficiente para que compres tu propio
de amor puro, un intento desesperado por aliviar su
e, lo usaba para acusarme de ladrona, de aprovecharme de la bondad de Don
azón, saqué la tarjeta de m
Si lo hago, Sofía nunca dejará de atormentarme. Dirá que te estoy robando. Esto
dió. Mi rechazo no era un rechazo a su amor, sino un movimien
ros, hija," susurró, abrazándom
ofía en la puerta de la gran casa, con mi trofeo en
omo lo había previsto, S
la donde Doña Elena llo
ndo el trofeo. "¡Se lo iba a robar! ¡Junto con todas las joyas y la ropa ca
ista, sus ojos enrojeci
onfirmación de que ella, la hija verdadera, había
más perceptiva de
Ese trofeo lo ganó Ximena esta misma tarde. Ni siquiera tuvo tie
ta de Doña Elena golpeó
..." tartamudeó, s
vantándose. "Yo misma le regalé cada una de esas cosas.
e quitó el trofeo de
ndo esto," dijo, mirando el trofeo con tristeza. "Una pe
repisa de la chimenea
se había desmoronado por completo. Había subestimado la in
rostro. No podía oír la conversación, pero podía imaginarla.
o, sí, pero limpio y ordenado. La casa era pequeña, pero acogedora
ación. Era el cuarto de Pedro, quien había insistido en mu
i madre biológica, María, con
respondí, y l
riga, podía respirar. Podía p
quí, desde la humildad de mis raíces, iba a reclamar todo lo que era mí
-