e confirmaba mi nueva realidad. Me habían despojado de mi autoridad
aunque sabía que era inútil. Mi voz son
te, su rostro era una más
guimos las órdenes del patrón, el doctor Romero. Y é
scena con una satisfacción mal disimulada
su voz bajó a un susurro venenoso. "Tu madre era una mujer brillante en los negocios, pero demasiado blanda,
¿Cómo se atrevía a hablar así de ella? Ella, que construyó un imperio de la nada m
, fingiendo ser
." Tomó mi mano, pero su tacto se sintió como el de una serpiente. "Por
o de la suya
toques,"
un sonido teatra
egir las flores para la recepción. Cosas importantes." Se giró hacia Camila y mi
sirvientas que ahora solo servían a su nueva ama. Salieron de la casa, un grupo un
ndose de mí. Me sentía como una fantasma en mi propia vida, una espectadora de mi propia destrucción. La desesp
do: la herencia de mi madre, la empresa que ella construyó con tanto esfuerzo, mi futuro con Ricardo, todo. No. Huir no era una opci
e las manos. El peso de mi impotenc
ero brillante en su simplicidad. Si no podía luchar contra ellos en su terreno, con sus reglas, enton
y de lucha, y las frases icónicas de la revolución mexicana que ella tanto admiraba. "La tierra es de quien la trabaja." Mi madre había trabajad
as, yo hablaría directamente al pueblo. Expondría su hipocresía, su codicia, su crueldad. No con acusaciones directas que pudie
celebración de su victoria.