brillaba, pero para mí todo era oscuridad. Camila, mi prima, me ofreció una copa de champán para cel
ta, sin mi vestido de novia. Corrí de vuelta a la iglesia, y la vi: Camila en el altar, llevando Mi ves
, ahora eran dos pedazos de hielo. Me arrastró fuera, lejos de las miradas, y sus palabras fueron más dolo
as. Desesperada, intenté enfrentarlos de nuevo, pero esa noche, en un callejón oscuro, alguien me atacó por la espalda. El golpe fue seco y definitivo. Mi
istérica? ¿Por qué mi propio pa
gitada. Miré mi teléfono: viernes, 23 de octubre. Un día antes de la boda. Estab