la tela bajo sus dedos, oler el aroma de los patrones de papel, reconectar con la única cosa que nunca la había traicionado: su trabajo. Al
itorio de caoba. A su lado, estaban Carlos, Miguel y Javier, riendo y bebiendo champán de las copas de cristal de Baccarat que el padre d
on una sonrisa venenosa al ver a Sofía en la puerta. S
?", preguntó Sofía, su vo
e hombros, tomando
tá por su apellido. Estos diseños", dijo, pateando uno de los bocetos con la punta de
el s
. Esta empresa necesita una visión fresc
en enviarle un mensaje de texto a
e Sofía había comenzado a diseñar para sí misma, soñando con el día en que se casaría
te, pero no hacia ellos. Fue directamente hacia una mesa de trabajo, tomó un pesado rollo de tela de seda y lo estrelló contra
on atónitos por un segundo, sorpre
tó Laura, poniéndos
a cualquiera. Era Sofía. Pero en lugar de mostrar remordimiento o
de la manga. "Pensé que todavía estabas babeando en una cama de hos
vistas, Sofía", añadió Miguel con crueldad. "Quizás debe
tando la vista de su teléfono. "Viviendo en tu torre de
ora que había calentado en su seno, la mujer a la que había trata
ad, te abrí las puertas de mi cas
bofetada a Laura con toda la fuerza que pudo reunir. El
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