no hubiera entendido l
credulidad total se
é dij
n ella que ni yo mismo reconocía. "El señor Ramírez es mi contacto, no el tuyo
rcajada, pero sonó
or para tus niñerías. Llama a Ramírez a
usas para comprarle coches de lujo a tu asistente," dije, y
zo callar. Su rostro se co
iba a gritar, pero se cont
creía que me
ono a uno más conciliador, casi condescendiente. "Fui insensible, lo reconozco. Pe
equ
ra me su
otro carga el agua, limpia los uniformes y se queda en la banca, s
ía sido el motor sil
a todos y cada uno de s
ratos, usando la reputación y la confianza que mi familia habí
mañana revisando propuestas y corrigiendo s
a "visionaria emprendedora" que
a apoyaba, el hombre d
so
ue era su propio talento, su propio cari
tos sobre los que se erigía ese imperio los había p
a la mujer que amé, sino a una
ada. "No, Sofía. Tú tienes un equipo. Se ll
ispuesto a termina
su compostura finalmente rota. "¡N
í," dije s
Mat
ue agudo,
escuché u
g
sa de centro, uno que mi madre me había rega
volaron por
ia. "¡Después de todo lo que he hecho por ti, de la vida que te he d
os del jarrón en el suelo, y
a noche anterior regresó, pe
ofía, esta casa la pagué yo. Los coches que usas, los pagué yo. Las vacaciones
se cerró, sin que s
osa de ganar 'tu propio dinero' . Tan orgullosa que le compraste un Porsche a tu asistente. ¿Por qué no le pides a él que
ó del rojo al
orralada
es diferente,
"Se acabó, Sofía. Se acabaron los favores. Se acabaron los contactos. Se acabó el que yo
ojos muy abiertos, como si e
mplaciente que conoc
agarró su bolso y salió de la casa, dando un
, en medio de los restos
tí tri
era sent
a, abrumadora se
un peso de encima que lle
lo. Ya no importaba. Era solo un objeto
s más grandes del país, un negocio que heredé de
que siempre lo consideró "aburrido" y "poco glamo
r, que su glamoroso mundo dependía dire
ró sobre la bar
nsaje de Luis, mi
ó si seguías al frente de 'Construcciones del Norte' . Le dije que por supuesto. Se puso feliz. Quiere que nos
una sonrisa se di
ina, la primera
testé
la reunión. Es hora