mezcla de asombro, miedo y, sobre todo, una esperanza desesperada. Para un hombre que se aferraba a la v
mi prometida, a partir de ahora, su palabra es mi palabra
dado pálido y rígido por la conmoción y la furia i
as en su fallido intento de traición. "Y ustedes dos," dijo con una f
medio que salir del salón bajo la mirada despreciativa de tod
podía ostentar en ese mundo, no por un don real, sino por una mentira
ulo llamativo que sus hermanas fingían. Doña Elena, su madre adoptiva, había sido una mujer de verdadera sabiduría, no solo de poder, ella sabía que
mular, a crear una ilusión de poder, les dio un "don" falso para que pudieran tener una posición, un valor en un mundo que de ot
nta y silenciosamente, le enseñó a leer las ambiciones en los ojos de los hombres y el miedo en sus gestos, le enseñó que la inteligencia y la paciencia
internas, su reputación era legendaria, y su lealtad, incuestionable, hasta que un día, cometió un error, su don de la visión, que a vece
ncia, se negó a creerle, vio la advertencia de Elena no como un acto de lealtad, sino como un intento de sembrar disc
una vela. Pero Sofía, que entonces era solo una adolescente, sabía la verdad, había visto a los hombres del Jefe merodeando la c
n juramento de sangre y lágrimas, no buscaría una venganza rápida y violenta, eso sería demasiado fácil, demasiado
su contra, lo despojaría de todo lo que amaba: su legado, su honor, su familia, y al final, su vida
n que había estado elaborando durante años, un plan para honrar la memoria de su