tería de moda en Polanco, elegida por Valentina, por supuesto. El lugar era
simples jeans y una blusa blanca. Se
una camisa de diseñador desabrochada justo lo necesario. Ella, con un vestido llamativo
ntina a su teléfono. "Apoyando a mi rey en sus nue
te a Sofía, con una
uy triste", dijo en voz alta, para
u rostro tranqui
con esto, Pedro", re
esperaba lágrimas, reproches. Quería u
sacando unos papeles y una pluma de su portaf
idícula, una fracción insultante de lo que
dijo con falsa magnanimidad. "Par
ara en el cheque y lueg
mor! Siempre tan conside
culada. Sofía sintió la ira subir por su garganta, pero la contuvo. Respiró hondo, recordan
u falta de reacción, d
alentina, la miró
y de mi corazón. Aquí, frente a todos, quie
odo estaba planeado. La gente aplaudió. Ella extendió la mano, mos
de besarlo apasionadamente mientras su otra mano so
o en su rostro. "¡Qué descaro!", pensó Sofía, pero en lugar de sentirse herida, sint
culo terminó, Sof
tan neutra que los descolocó. "Fi
ceja. "¿Ahora pon
A cambio, tú y tu empresa no podrán usar nunca más ninguna de mis recetas, ni mi ap
se miraron y solta
r, Sofía. Puedo contratar a diez chefs que
s eran secundarias.
ofía. "Solo quiero
re la mesa, con la pantalla hacia abajo. Había e
tidad como finiquito total y tú te comprometes a no usar mi propiedad
Pedro, impaciente por termi
Tenía su arrogancia grabada. Firmó los pape
es", dijo, y se mar
ra apenas comenzaba. Y Sofía, con su grabación y su receta secreta, acababa de