Ramírez se alejaba por la calle mojada por la lluvia. Sus hombros se sacudían, y de vez
a tristeza, solo un frí
había te
alir, con esa voz condescendiente que ahora le rev
a cabeza baja para que no viera
acia el centro de la sala. El aire de repente se sentía más ligero, más fácil de respi
fierno. No por la ruptura, sino p
mo siempre. El olor a carne asada y cilantro flotaba en el aire, mezclado con el murmullo de la gente feliz. Ella estaba en la plancha,
os clientes, como siempre. Era su pape
u teléfono en mano, grabando todo para sus miles de seguidore
pareja!" gritó alguien
Vio a Pedro sonreír a la cámara, abrazando a Valentina. Luego, su mirada se encontró con
eron y solo quedaron ellos dos, la v
burló él, mientras contaba el dinero de la caja. "Constru
trabajo? ¿Mi dinero? Puse todos mis ahorros en esto c
Una risa
yo. La gente viene por mí", dijo, señalándose el pecho. "Y tú... tú fuiste muy i
ío, con el olor a grasa fría y traici
morado de su carisma, de sus promesas. Lo rescató cuando su anterior negocio fracasó, confió en él ciegamente, le entregó su talento y e
er, la chica dulce y enamoradiza, h
rió con cuidado. Dentro, con la caligrafía elegante de su abuela Elena, estaba la receta. No una receta cualquiera. Era el secreto familiar
ela, "no es solo comida. Es nuestra hist
dibujó en sus labios. Pedro se había quedado con "El Rey del Taco", pero se había llevado
e había guardado el
No iba a volver a casa
o imperio. Y lo haría so
nza, a veces, se sirve en un taco. Y el su