incredulidad. Luego, estalló en un caos de murmullos, risas y abucheos. Los hombres se mi
eaccionar. Soltó una carc
oca!", gritó a la multitud, como
su risa era un eco a
la ha roto. ¿Pujar por ti misma? ¿Con qué dinero, X
a todos como si dijera "ven, este es
uno de los socios de Mateo,
usted hace una puja y no puede respaldarla, las consecuencias serán... severas. Según las normas de
r que ser vendida a un solo hombre. Caería en las manos de todos ellos. La tensión
te a los ojos, mi rostro una
o los términos. Quiero hacer una puja. Una sola puja, por el lote
os de nuevo. Quinientos millones. Era más de lo que la mayor
dad se trans
osotros!", gritó un
otro. "¡No vamos a permitir que una mujerzu
e se volvió hostil. Querían sang
estaban bloqueadas o vacías. Sabía que no tenía acceso a nada. S
"Muéstrales el dinero. No esperes que
por un hombre con un maletín que conte
ndos. Ahora. Una cuenta,
ectos arrastrándose por mi piel. Era el momento de la verdad. Mi plan era una locura, una
n trozo de papel que arrancaron de una libreta, escribí un número de cuenta y un código de acceso. Una cuenta en un banco suizo, abierta hace años bajo un nom
papel al hombre
quenlo"
na sonrisa burlona. "Claro, '
as continuaron. "Pobre ilusa", "Cree que somos estúpidos", "
odo dependía de ese número. Todo dependía de que mi plan secreto, mi última defensa, no hubiera