ible como ella. Al final de la semana, Sofi, nuestra contadora, en
de papeles sobre mi escritorio. "Son los recibos de nóm
fra era insultantemente baja. Debajo, en una secc
excesivo de la caf
tres minutos tarde el 15
aste de material de
e cobraban por "exceder el límite de impresiones". Eran pretextos ridículos, diseñados para humillarlos y robarles el dinero
propio recibo en la mano. "Estamos trabajando casi gratis
molinó en la entrada, sus v
fe, nos vamos contigo a donde sea. No podemos s
ruzados. "Esto es insostenible. Es un insu
altad. Sentí una oleada de responsabilidad y afecto por ello
con una calma que no sentía. "De
años. Era el de Sofía, conocida en el mundo de la lucha libre como "La Dama de Hierro". Era nuestra p
nó una vez
tamente como la recordab
oy Ricard
eve pausa e
a sonrisa en su voz. "Sabía que tarde o temprano ll
alivio al poder admitirlo. "Escucha, voy a ir al grano. Esto
z era palpable. "Son los mejores en el negocio, R
una nueva casa. Un lugar donde se v
a comprarle coches a un incompetente", com
impresionado por lo bi
", logr
mismo", dijo ella. "Y trae a tu mano der
on veinte personas. Todos ellos, o ninguno. Les garantizo su lealtad y su trabajo, pero
ntraoferta. En cambio, su respue
es tú, vienen ellos. Y si vienen ellos, tienen un contrato sobre mi mesa mañana mismo. Con el doble de la bonificación que Laura l
empo, sentí esperanza. La Dama de Hierro no solo nos estaba ofreciendo un trabajo, nos estaba of
e que solo había logrado unirnos más, y empujarnos directamente a los brazos de su mayor riva