estaba sentado en la mesa principal, sintiendo el nudo en mi estómago apretarse con cada minuto que pasaba. A mi lado, mi esposa, Laura, sonr
e la quiebra y generaría ganancias récord. Laura me había prometido que una parte sustancial de esos beneficios, una donación de diez millones d
ó a Laura al escenario. Su no
u discurso fue impecable, lleno de palabras sobre la responsabilidad social y el compromiso con la comunidad. Habló del
a de falsa emoción, "Lucha Libre del Sol se enorgullece en donar l
alló en un a
nta mi
. Era menos de lo que costaba el catering de esa noche. Vi la cifra proyectada en la pantalla gigante detrás de
lación no hab
econocer a una estrella en ascenso, un joven con un talento y carisma incompara
a arrogancia que me revolvió el estómago. Era un joven atractivo, sí,
de mi... afecto personal", dijo Laura, y la palabra "afecto" sonó ex
n murmullo de asombro recorrió la sala. Acto seguido, un asistente subió al escenario con una caja de terciopelo. Laura la abrió y sacó una gruesa cadena de oro. Se la
empresa. Era un regalo de ella. Con el
ré las miradas curiosas y caminé con paso firme hacia la salida de emergencia. El aire frío de
spués, Laura me
, Ricardo? ¿Estás tra
da. "Tú me humillaste a mí, a mi equipo y a la gente que es
n sonido agudo
esa no puede permitirse regalar diez millone
n para un coche deportivo y una joya de oro para tu..
la mirada po
inmaduro. Siempre pensando en tus proyec
dinero lo ganamos nosotros. Mi equip
o? No seas ridículo. Vuelve ad
ente a mí era una extraña. La ambic
N
ándola sola bajo la luz pálid
subido una foto. Estaba apoyado en el capó de su nuevo coche rojo, sonriendo con suficiencia, la cadena de oro brillando en su pecho. El
e un luchador de nuestra empresa: "Felicidades, campeón. Mientras, a
vibró de nue
? ¿Podemos habl
hablar, Laura", le
sta fue i
que he hecho por ti, por esta empresa. ¿Va
ncionaba. La traición había sido de
dedo temblando ligeramente sobre
rrente de acusaciones y amenazas. Que era un ingrato, q
el te
aba. Eran más que empleados; eran mi familia. Hombres y mujeres que habían creído en mí de
mi mano derecha, un hombre corpulento co
la contadora, una mujer pequeña pero feroz. "Y esa m
. Sabía que no solo estaban enojados por el dinero, sino por la falta d
", dije, mi voz ronca.
que fuera, era la correcta. El Fénix tenía que resurgir de sus propias ce