do se desgarrara, y el impacto lanzó mi cuerpo de ocho meses de embarazo contra
acercaban, y yo me aferraba a la vida, sintiendo cómo se me escapaba la presicoche hacia el torbellino de batas blancas que me llevaría a la sala de urgencias, a los
ono sonó, y la mención de Isabella, mi prima también embarazada,
bebé pendiendo de un hilo, Alejandro, con una arrogancia que nunca le había visto, lo ignoró, ordenando que
ó cruelmente mientras me abandonaba a
ardíaco sonar plano, la voz del Dr. Morales, un j
escuchaba a las enfermeras hablar de Alejandro alardeando de su "hijo
olor físico, no por miedo, sino por una furia fría y c
a, forjada en la traición que nunca perdonaría: destruir