n, las manecillas del reloj de la pared parecían moverse con una lentitud c
las rotas, creando una agonía que me hacía querer gritar hasta
onsolarme, limpiándome el sudor
, señora Romero,
mi cuerpo se partía en dos y el hombre que amaba m
e escapaba de mí, manchando las sábanas blancas, el olor a hierro llenaba mi
onstante aunque débil, comenzó a sonar de forma errática, el sonido se volvi
rdiendo el ritmo cardíaco del
orriendo, su rostro era
los suelos, está entrando en shock hipov
dor, su frustrac
el anestesiólogo?! ¡L
ra respondió con
istiera a la señorita Castillo, dijo q
ópez se contrajo en
y su hijo se están muriendo! ¡Vayan a buscarlo
no vendría, para él, la única emergenc
tación, los pitidos de las máquinas, las voces urgentes, todo comenzó
confusos, ya no sentía el dolor, solo u
sas de amor eterno, ¿cómo habíamos llegado a esto? ¿En qué mo
nca había visto pero que amaba con cada
ima solitaria rodando por mi sien. "M
culos se relajaban y mi respiración se
ré fue el pitido agudo y co
do plan
z, llena de pánico y desesper
digo azul, código azul en la sala de part
me envolvió