res viajes de negocios en un mes, cada uno en una ciudad diferen
o se firmó finalm
de la ciudad, apretando el teléfono, con el corazó
Todo era por
la había comprado solo para que ella pudiera entrar en el Colegio Inte
me había cargado con una deuda que me pre
ena. Todo por e
onfié en él, como siempre. Le dejé la responsabilidad de los asuntos familiares mien
ara decirle que volvería a casa maña
cido, con un código d
Ho
Martínez?" Una voz de mujer, con un acento
habla?" Mi ceño se
San Agustín, Oaxaca. Solo para recordarle que la cuota de los
pública rural.
ue no encajaba. Mi cerebro, agotado por días de trab
mantener la calma. "Mi hija, Ana, está inscrita e
ra, aquí tengo los papeles. Ana Martínez, hija de Ricardo Martínez y So
bres eran correctos. Doña Clara, la madre de
etí, mi voz un poco más tensa
na sensación de inqui
ente llamé
n Monterrey?" Su voz sonaba tan n
na escuela en Oaxaca. Una escuela pública.
a breve
mi vida. Ya sabes cómo es la gente en los pueblos, a vec
a. Quería creerle. Estaba cansada, y lo últi
tratando de deshacerme de la ans
pareció. Era una pequeña
ente al Colegio Westminster. La imponente fachada de ladrillo rojo y los jardines
xtraña me invadió al ver a los niños con sus u
a Romero, la madre de Ana Martínez, de primer grado. M
l y consultó su computadora. "Claro, la señorita El
de unos treinta años, con gafas
Elena. ¿Usted es
endí mi mano, pero ella no la tomó
a está en clase de
aludar. He estado de v
señador, me miró fijamente y luego le susurró algo a la profesora Elen
a, su voz ahora cargada de acus
a madre de Ana,"
ara dejarla!", exclamó la otra mujer, acerc
o alrededor, sus miradas se volvieron hos
ando ligeramente. "Yo soy su madre. Tal v
"¡Fue una mujer! ¡Y ahora usted aparece
resonó en el vestíbulo. E
lamen a mi esposo! ¡É
a profesora Elena se inter
ue se retire inmediatamen
ingún lado sin
intentó agarrarme del br
me to
ca!", gri
lso se abrió y mis cosas se desparramaron por el piso de mármol. E
urrando, juzgánd
con una certeza que me heló la sangre. "Ana nos contó que su
boca de una extraña, me golpearon con la fuerza
suelo, mi voz quebrada por la des
blorosas, abrí la galería de fo
stas somos nosotras! ¡En su cumple
os de duda en algunas caras. Un padre, el
iendo, abrazando a una niña pequeña de
o hostil cesó. Un silencio
luego me miró a mí. La confusión
las madres en voz baja. "Se
. Pero la pregunta principal seguía sin respuesta, flotando en el aire cargado de tensión:
-