s ojos de todos,
ayudaré. Puedes ser mi asiste
leza". Mi propia familia la miraba con orgullo, conmovidos p
de tu hermana. Quizás es
ar era admitir su menti
irando directamente a
hice na
ébil, quebrad
ó, pero ese ta
ceño. Su decepción
niegas a reconocer tu pereza y tu fracaso!
es. Un dolor agudo me atravesó el pecho, no era emocional, era físico
al s
s invisibles me estuvieran desgarrando por dentro. Escuchaba las voces leja
e mi inconscienci
conocimiento, de pasión. Y al otro extremo de esos hilos estaba Isabella, absorbiéndolo todo, como un parásito. Vi cómo el "s
eza. No era falta de tal
a débil, frágil. El doctor dijo que había sufrido un colapso por estrés sev
eró de mí. No iba a morir. No
un mercado antiguo donde los verdaderos guardianes del maíz y el chile aún vivían. Un lugar llamado
nica opo
ada paso era una agonía. Pero mi voluntad era de hierro. Me subí a u
tacular la cara sonriente de Isabella, anuncia
é los
zón de la Tierra. Iba a recuperar lo