a de las mesas del lujoso restaurante que y
scribí mi
mediocre podría seguir. Quité la esencia, el toque mágico, el alma de
í otra cosa. Unas pocas líneas en el lenguaje antiguo de los dioses, u
Divina y su gemela se quejaban del aburrimiento, haciéndose fotos pa
guntaba Ricardo
omó y los revisó por encima, asintiendo con satisfacción, dem
o. "Ahora p
s piernas se s
e, mi voz ape
con una pizc
cosa. ¿Alguna vez... se
se desvió hacia La Divina, que lo
Pero el amor... el amor es para los i
edida. Fría, cr
hacia la salida, sintiendo sus cu
a Ciudad de México. El ai
mento que compartía con
sentarnos a soñar. Allí, debajo de un viejo ahue
mor traicionado, por la inocencia que dejamos
sí que le di uno. Quemé una hoja de laurel en su honor, el aro
me ocup
uiente. La prensa estaría allí. Todo el mundo de l
el mío
to. Vi a los hermanos López, radiantes en sus trajes de diseñador, brindando con champaña. La Divin
Era invisible para ello
en la mano una pequeña caja de madera de olivo, finamente tall
os",
u sonrisa se
¿Qué hac
edirme. Y a
a. Él la miró c
ué
rel
a píldora dorada, que brillaba con una luz suave. Era una de mis crea
e", mentí. "Para tu gran no
dicia luchando co
esto por mí? Desp
aya bien", dije, la mentira saliendo con una facilidad que me as
se acerc
eso, mi
agnanimidad condescendie
empleada. Quédatelo tú, divina. Tú
el pequeño objeto brillante, sin
e volvió
le. Ahora, si nos disculpas, tenemo
espido.
os", dije, m
acia el centro del salón,
papel de mi bolsillo. La
mi palma y c
ción del dolor y la traición. Libero este
palabras
ino de liberación. Mi cuerpo mortal comenzó a
conversaciones se detuvieron. Todas
pálido por el horror. El
osa. Mi último pensamien
otro lado
z dorada, mucho más brillante, mucho más potente que la suya. Un
aban de presenciar lo imposible por segunda vez, sin entender