a como si me estuviera comie
so de la Ciudad de México, con peri
la sonreía, radiante. Llevaba puesto un vestido rojo, un diseño de volantes y encaje que y
visión la llamaba "La n
in
ile más importante de México, moría de hambre y frío mi
seño para el concurso más importante de la academia, sino que me tendió una trampa. Cuando
uitaron la beca. Me
me creyó. Na
dije de plata en forma de zapato de baile. Lo apreté con mis últimos gramos de fu
ridad m
go, l
pecho. Estaba en mi cuarto, en la mansión de los Soler. L
frescas y a ce
. Mi cama
udas y sucias de una mendiga. Eran mis
ra yo, pero más joven. Tenía dieciocho años. Tenía la piel sin marcas, los
fecha en m
rso. El día en que t
e alguna manera
sin aliento. No era una segunda oportunidad para ser
sabella no
ela. Al tocarlo, una sensación de calma y poder recorrió mi cuerpo. Recordé el diario que me había dejado, lleno de técnic
e, preparándose para la fiesta posterior al conc
onces
evaba puesto mi vestido. El vestido rojo. El mismo que vi en la pan
se dibujó en sus l
r preparándote? Oí que tu dis
a miel en
aboreando cada paso. Los murmullos a nuest
a con nerviosismo, sino con un ritmo firme y le
a y cortante, resonando en el s
, creyendo que
ía. Le puse t
, y mi mano se m
lpeé. No
donde sabía que había una costura oculta, una
aaa
asgándose fue más satisfact
estido colgaba miserablemente del cuerpo de Isabella,
ta en una "o" de pura sorpresa. La
e tela roja para q
que una ladrona lo use para profanar el
La declaración de una reina que h