mo las piezas de un rompecabezas macabro. Recordé cómo siempre hablaba de Ricardo, su "amor de la preparatoria", con una nostalgia que bordeaba la obsesión. Lo lla
mpre había atribuido a su agotadora carrera como abogada, ahora adquiría un significado siniestro. Nunca lo miraba con el amo
o dejaría cabos sueltos. Esa noche, conduje hasta su despacho de abogados. Las luces del último p
. Sofía lo acompañó hasta la puerta. Vi claramente cómo le entregaba un sobre grueso. El hombre lo tomó, asintió y se fue rápidamente. Luego, a través de la gran ventana de s
y me acerqué sigilosamente al edificio. La puerta de servicio estaba entreabierta. Subí por las escaleras de emergencia, e
e ese tipo no hablar
da hasta que Pedro esté en la cárcel", respondió Sofía.
preguntó Ricardo con des
ue lo que finalmente ro
ue es poco probable que despierte. Francamente, sería mejor para todos si no lo
alabras resonaron en mi cabeza. La madre de mi hijo
cuando te dije que me drogó esa noche, en esa fiesta. Me desperté en su cama, confundida y avergonzada. Me robó de tu lado, Ricard
ido una pelea terrible. Ella se había emborrachado y yo, su amigo, simplemente la llevé a una habitación de invitados para que d
bia me consumiera. En el asiento del copiloto había un marco con nuestra última foto familiar, tomada en el cumpleaños de
mentos de vidrio. A su lado, Sofía sonreía a la cámara, una sonrisa perfecta y vacía.
s sentir una mínima parte del dolor que me estaban causando. Pero entonces pens
l hospital se acumulaban, mi reputación estaba siendo destruida y mi libertad pendía de un hilo. Encendí el coche y me alej