No era el dolor agudo de la traición recién descubierta, sino el dolor crónico de una década perdida. Me dirigí a un pequeño apartament
ío. No había rastros de Ricardo, ni de Sofía, ni de los
a que entrara el aire fresco. Cada movimiento era un ritual, una forma de purificar no solo el apartamen
rquitecta llena de sueños que había sido. Lloré por el amor ciego que me había llevado a la ruina. Lloré por el bebé que nunca conocería a s
lencioso, mi teléfono vibró. Era una notificación
endo a la cámara. En la descripción, solo una frase: "Celebrando un nu
estaban celebrando su "nuevo comienzo" en la cara de todo el mundo. La ira que había mantenido a raya durante todo el día
s, mis bocetos, mis libros, los pocos pedazos de mi antigua vida
o en el salón, leyendo el periód
ar con cajas vacía
as de casa para llamar la atención? ¿Cu
niña haciendo un berrinche. No tenía ni idea de la
," dije, mi voz firme. "V
a risa corta
coche nuevo? ¿Más joyas? Ponle un pre
re de mi bolso. Lo dejé sobre la mesa
el div
svaneció. Miró el sobre, lu
Qu
"He renunciado a todo. No quiero tu dinero, no quiero la
documento, su rostro pasando
lo que hiciste para casarte con
ia, Ricardo. Y
ponente tratando de intimid
e de mis contratos? ¿Tu hermano y su estilo de vida que pago
a mi familia para controlarm
o y
abía regalado en nuestro primer aniversario. La joya que mi madre tanto adoraba. Lo
un tirón,
botando y rodando en todas dire
e a los ojos, "no tiene precio. Y ya no te
de pie en medio de un mar de perlas rotas, con la cara desencajada